Actitudes correctas para recibir la palabra de Dios

sin-tituloActitudes correctas para recibir la palabra (Santiago 1:19-25).

“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airase; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Santiago 1:19-20.

Nos recuerda Santiago la importancia de escuchar, más que hablar sin sentido y sin tener la suficiente información. Así como debe procurar el hombre no airarse, pues la ira es mala consejera, ella no permite actuar con la justicia de Dios, por el contrario quien actúa con ira lo hace alocadamente…

La palabra de Dios es una semilla poderosa y sumamente valiosa, por lo que debemos procurar que sea nuestro corazón un terreno fértil y blando donde ella pueda germinar con abundancia. Por eso debemos desechar la inmundicia y la malicia para que éstas no estorben la semilla de Dios.

Esa poderosa palabra no puede quedarse en un solo saber, sino que en realidad debe llevarse a la práctica, ori y no hacer es engañarse a uno mismo. Así como un hombre puede verse en un espejo, podemos nosotros vernos a través de la palabra. Ella refleja nuestra condición real.

Puede el hombre olvidar lo que ha visto en el espejo, y también así puede olvidar lo que ha leído en la palabra de Dios. Sin embargo el que mira atentamente en la ley del Señor, y persevera en ella no olvidándola, sino practicándola, será bienaventurado (“Supremamente bendecido” “afortunado”) en todo lo que hace.

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La vida que Dios aprueba (Santiago 1:26-27).  

Ahora Santiago nos invita a mirar más allá de la sola asistencia al culto y la observación de prácticas religiosas, pues quien sea minucioso en esto, pero no administre correctamente su manera de hablar, su religión es en realidad vana o vacía.

Según el versículo veintisiete lo que realmente Dios aprueba es el amor al prójimo, no menospreciar al otro, ni burlarse de la necesidad que otro padece, y “guardarse sin mancha del mundo” destacando el valor de la pureza personal en medio de toda sociedad que se opone a Dios.

Escrito por pastor Gonzalo Sanabria.

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